poesias de amor



Me tienes y soy tuya, de Ángela Figuera Aymerich

Me tienes y soy tuya. Tan cerca uno del otro como la carne de los huesos. Tan cerca uno del otro y, a menudo, ¡tan lejos!… Tú me dices a veces que me encuentras cerrada, como de piedra dura, como envuelta en secretos, impasible, remota… Y tú quisieras tuya la llave del misterio… Si no la tiene nadie… No hay llave. Ni yo misma, ¡ni yo misma la tengo!

Canción del demasiado amor, de Vinicius de Morais

Quiero llorar porque te amé demasiado, quiero morir porque me diste la vida, ay, amor mío, ¿será que nunca he de tener paz? Será que todo lo que hay en mí sólo quiere decir saudade... Y ya ni sé lo que va a ser de mí, todo me dice que amar será mi fin... Qué desespero trae el amor, yo que no sabía lo que era el amor, ahora lo sé porque no soy feliz.

Yo no quiero morirme sin saber de tu boca, de Elsa López

Yo no quiero morirme sin saber de tu boca. Yo no quiero morirme con el alma perpleja sabiéndote distinto, perdido en otras playas. Yo no quiero morirme con este desconsuelo por el arco infinito de esa cúpula triste donde habitan tus sueños al sol de mediodía. Yo no quiero morirme sin haberte entregado las doradas esferas de mi cuerpo, la piel que me recubre, el temblor que me invade. Yo no quiero morirme sin que me hayas amado.

Amor, de Salvador Novo

Amar es este tímido silencio cerca de ti, sin que lo sepas, y recordar tu voz cuando te marchas y sentir el calor de tu saludo. Amar es aguardarte como si fueras parte del ocaso, ni antes ni después, para que estemos solos entre los juegos y los cuentos sobre la tierra seca.

Como si cada beso, de Fernando Pessoa

Como si cada beso Fuera de despedida, Cloé mía, besémonos, amando. Tal vez ya nos toque En el hombro la mano que llama A la barca que no viene sino vacía; Y que en el mismo haz Ata lo que fuimos mutuamente Y la ajena suma universal de la vida.

Contigo, de Luis Cernuda

¿Mi tierra? Mi tierra eres tú. ¿Mi gente? Mi gente eres tú. El destierro y la muerte para mi están adonde no estés tú. ¿Y mi vida? Dime, mi vida, ¿qué es, si no eres tú?

Te ofrezco, de Paul Verlaine

Te ofrezco entre racimos, verdes gajos y rosas, Mi corazón ingenuo que a tu bondad se humilla; No quieran destrozarlo tus manos cariñosas, Tus ojos regocije mi dádiva sencilla. En el jardín umbroso mi cuerpo fatigado Las auras matinales cubrieron de rocío; Como en la paz de un sueño se deslice a tu lado El fugitivo instante que reposar ansío. Cuando en mis sienes calme la divina tormenta, Reclinaré, jugando con tus bucles espesos, Sobre tu núbil seno mi frente soñolienta, Sonora con el ritmo de tus últimos besos.

Presente simple (Confianza), de Pedro Salinas

Ni recuerdos ni presagios: sólo presente, cantando. Ni silencio, ni palabras: tu voz, sólo, sólo, hablándome. Ni manos ni labios: tan solo dos cuerpos, a lo lejos, separados. Ni luz ni tiniebla, ni ojos ni mirada: visión, la visión del alma. Y por fin, por fin, ni goce ni pena, ni cielo ni tierra, ni arriba ni abajo, ni vida ni muerte, nada sólo el amor, sólo amando.

Si me quieres, quiéreme entera, de Dulce María Loynaz

Si me quieres, quiéreme entera, no por zonas de luz o sombra… Si me quieres, quiéreme negra y blanca, y gris, verde, y rubia, y morena… Quiéreme día, quiéreme noche… ¡Y madrugada en la ventana abierta!… Si me quieres, no me recortes: ¡Quiéreme toda… O no me quieras.

A veces, de Nicolás Guillén

A veces tengo ganas de ser cursi para decir: La amo a usted con locura. A veces tengo ganas de ser tonto para gritar: ¡La quiero tanto! A veces tengo ganas de ser niño para llorar acurrucado en su seno. A veces tengo ganas de estar muerto para sentir, bajo la tierra húmeda de mis jugos, que me crece una flor rompiéndome el pecho, una flor, y decir: Esta flor, para usted.

Madrigal, de Amado Nervo

Por tus ojos verdes yo me perdería, sirena de aquellas que Ulises, sagaz, amaba y temía. Por tus ojos verdes yo me perdería. Por tus ojos verdes en lo que, fugaz, brillar suele, a veces, la melancolía; por tus ojos verdes tan llenos de paz, misteriosos como la esperanza mía; por tus ojos verdes, conjuro eficaz, yo me salvaría.

Arde en tus ojos, de Antonio Machado

Arde en tus ojos un misterio, virgen esquiva y compañera. No sé si es odio o es amor la lumbre inagotable de tu aliaba negra. Conmigo irás mientras proyecte sombra mi cuerpo y quede a mi sandalia arena. -¿Eres la sed o el agua en mi camino?- Dime, virgen esquiva y compañera.